El Origen del Tepuy Roraima - Leyenda Pemón

Hace mucho tiempo, cuando los hombres y los espíritus caminaban juntos en el gran valle (lugar donde se originó la vida de todos los animales y seres humanos), existió un maravilloso y misterioso gran árbol, que producía infinidades de frutas y verduras, todas las que se pudieran imaginar. Este gran árbol era llamado Wazacá o Árbol de todos los frutos.

El Wazacá fue descubierto por un Makunaima (raza de hombres gigantescos descendientes del Dios Sol),  su nombre era Akulí. Él compartió su descubrimiento con sus hermanos para qué así todos gozaran de los abundantes y ricos manjares del gran árbol.

Al pasar el tiempo los Makunaimas empezaron a tener muchos problemas y disgustos entre ellos debido a que ninguno se conformaba con los beneficios que el gran árbol ofrecía. Entre todos los hermanos había uno muy malvado, llamado Ma’nápe, el cual un día se propuso a cortar el Wazacá y así acabar con todas las disputas. Akulí al enterarse, se opuso a esta medida y le explicó:

"¿Cómo piensas semejante cosa?, el Wazacá nos da ahora sus frutos y todos podemos comer de ellos, pero si lo derribas no sólo lo perderemos, sino que además se producirá una gran inundación."

Ma'nápe no hizo caso a lo que decía Akulí, ya que él quería el Wazacá solo  para él, y pensó que si no era para él solo, no lo seria de nadie más, así que se fue al rincón más alejado del valle, donde estaba su enorme hacha y cargándosela al hombro fue dirección al gran árbol. Entonces Akulí se fue detrás de él para ver si podía evitar la inundación, y caminando uno tras otro pronto llegaron al lejano lugar  donde el Wazacá se erguía por encima del techo de la selva hasta tocar el cielo.

Ma'nápe se acercó decididamente al árbol y probó su hacha en la impenetrable corteza y el hacha rebotó sobre la madera sin dejar la más pequeña señal de haberla rozado, era tan duro el tronco del árbol que el hacha rebotaba cada vez que el hermano intentaba cortarlo. Entonces, Ma'nápe volvió de nuevo contra el Wazacá y dijo con su voz potente, que retumbaba por todo el bosque: 

"MAZAPA-YEG, ÉLUPA-YEG, MAKUPA-YEG" 

Invocando con este conjuro a los árboles mazapa, mamo y cariaca, que tienen la corteza muy blanda, para ver si el Wazacá se ablandaba también. No bien hubo dicho las mágicas palabras, cuando la corteza del Wazacá se ablandó y el hacha de Ma'nápe se hundió en el tronco y empezó a penetrar más y más hacia adentro.

Akulí no pudo evitar que su hermano comenzara a derribarlo, se asustó muchísimo y rogó de nuevo que no intentara derribar el árbol, pero Ma'nápe no lo escuchaba, entonces se puso a recoger rápidamente cera de abejas y cáscaras de frutas y a tapar con esto los huecos que se iban abriendo en el árbol, para ver si de aquel modo detenía la destrucción. Mientras Ma'nápe avanzaba aún más rápido con su invocación a los árboles blandos, fue nombrando uno a uno, y cuando finalmente dijo:

"PALULU-YEG"

El tronco se puso muy blando y el hacha entró tan adentro, que el Wazacá se desgarró en una enorme brecha que lo dejó unido solamente por un delgadísimo extremo, pues Ma'nápe había invocado con aquellas palabras la corteza de la papaya, que es muy blanda.

Todos los Makunaimas llegaron al lugar donde Ma'nápe y Akulí luchaban por conseguir sus contrarios deseos, cuando el malvado Ma'nápe parecía a punto de alcanzar el suyo, se escuchó un terrible grito que se alzó por encima de todos los ruidos de la selva:

"¡WAINA-YEG!"

Era Anzikilán, otro de los hermanos de Akulí que llegaba corriendo para salvar al Wazacá. Este nuevo conjuro, hizo que el Wazacá se volviera de pronto durísimo, pues Anzikilán había invocado la corteza del árbol Waina, que crece en las más altas montañas y cuyo tronco es tan duro como las rocas que forman el salto del Euteurimá. El hacha se quedó entonces detenida sin avanzar nada, pero Ma'nápe, cerrado en su obsesión y sin desanimarse por esto, volvió a gritar con todas sus fuerzas:

"¡ÉLUPA-YEG, PALULU-YEG!"

Como la corteza del Wazacá había quedado muy débil, su tronco al igual que su exuberante copa, sus grandes ramas y sus abundantes frutos irremediablemente terminaron por caer. No había cesado aún el ruido de la caída del Wazacá, que como un gran lamento llegó a los más apartados rincones del bosque y de la llanura, cuando surgió de su tronco un gran chorro de agua que empezó a inundarlo todo, creando la gran inundación, arrastrando todo a su paso, montañas, árboles, ramas, bejucos, piedras y a los árboles Elu-yeg y Yaluwazáluima-yeg, de los que se originaron las montañas con el mismo nombre.

Entre su espuma arrastraba el agua miles de peces y los Makunaimas los miraban, con deseos de alcanzarlos, pero era tanta la fuerza de la corriente, que los más grandes desaparecían inmediatamente de la vista y sólo se iban quedando rezagados los más pequeños, por lo que  no pudieron coger ninguno de los que más apetecían. 

La predicción de Akulí se cumplió y así fue la tierra y los hombres conocieron la gran inundación. Mucho tiempo después del tronco y la copa del Wazacá surgió la vida, gracias a que sus frutos fueron diseminados por todos lados, por eso hay tantos platanales en esa zona, aun cuando nadie dice haberlos sembrado. De las raíces cortadas de Wazacá se levantó lo que hoy conocemos como "El Gran Monte de Roraima".

Cuentan los indios Pemónes que todos los Makunaimas se perdieron en esta trágica inundación y  que los malignos espíritus Máuari son los que ahora tienen sus casas en el Roraima y en otros cerros cercanos, por eso a estas montañas se les dice Tepuyes que significa "Casas o Morada de los Espíritus".

Comentarios

Entradas populares